Los cárteles de la droga en México tienen muy buena salud

Drogas incautadas al cártel de Sinaloa en España.
Drogas incautadas al cártel de Sinaloa en España.
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Drogas incautadas al cártel de Sinaloa en España.

Hubo una época en que México era el lugar ideal para descansar de las coberturas en las violentas guerras civiles centroamericanas (El Salvador, Nicaragua y Guatemala). Innumerables templos prehispánicos por todo el país, paradisíacas playas, una cocina como ninguna en el mundo permitía pasar días de asueto de la violencia sin grandes anormalidades.

Había, eso sí, "un pinche" de corrupción en los llamados gobiernos de partido único siempre encabezados por familias políticas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó y robó ininterrumpidamente desde el crack de 1929 hasta la llegada del siglo XXI.

Había que ser cuidadoso en unos pocos barrios de Ciudad de México y algunas grandes ciudades del interior, pero nada que ver con lo que ocurría en países como Colombia, Perú o Brasil. Ni siquiera en la frontera de Estados Unidos había un peligro real si no te metías en el terreno de las mafias de la inmigración.

Los cárteles, tal como se entienden hoy, apenas eran una anomalía en México. En 1977, Estados Unidos intentó poner fin a las actividades iniciáticas del narcotráfico en Sinaloa. Los responsables se reagruparon más al sur donde un año después Felix Gallado, un exoficial de la policía federal, creó el cártel de Guadalajara, que continuó trapicheando con marihuana y opio.

El verdadero quebradero para Estados Unidos, el país con mayor consumo de drogas del mundo, era entonces Colombia y sus dos poderosos cárteles: el violento de Medellín, liderado por Pablo Escobar, y el de Cali, encabezado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, que trabajaba con menos protagonismo.

Mientras Medellín era la ciudad más violenta de América Latina, Cali era el paraíso de la calma y la paz. Aunque el cartel de Cali siempre tuvo tanta preponderancia en la creación del narcoestado colombiano como el de Medellín.

Félix Gallardo empezó a trabajar con los cárteles colombianos cuando los aviones con droga eran derribados o aprehendidos en Estados Unidos. La ruta de Miami, por donde entraba la mayoría de la droga colombiana, quedó colapsada. Fue entonces cuando Escobar y la familia Rodríguez Orejuela contrataron a los mexicanos por un porcentaje de las ganancias.

Primero trabajaron como empleados con la cocaína colombiana (la hoja de coca crecía entonces en Perú y Bolivia), y después empezaron a crear sus propias plantaciones en áreas desérticas mexicanas. El soborno de gobernadores, alcaldes y policías les permitió el control de amplias zonas con gran facilidad.

Los años felices se acabaron con la detención de Félix Gallardo, conocido como el Jefe de Jefes o el Zar de la droga, que 35 años después sigue encarcelado. El cártel de Guadalajara se fragmentó y los territorios bajo su control se dividieron entre varios capos que se enfrentaron entre ellos.

En 1991, Guadalajara era una de las ciudades más tranquilas y seguras de América Latina. Durante el 18 y el 19 de julio de ese año, la capital de Jalisco acogió la I Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de los 21 países miembros de habla española (estuvieron los Reyes y Felipe González) y portuguesa, incluida Cuba, que vivía una etapa muy complicada tras el colapso de la Unión Soviética.

Un mes antes de la cumbre realicé un reportaje en la ciudad y lo más peligroso era la cantidad de paredes salpicadas con amenazas de muerte en las que sobresalía la palabra "Joto", que es como se llama de manera discriminatoria a los homosexuales. En la patria del tequila, el macho y los rodeos existía una cruda obsesión con los homosexuales.

Pedro Preciado Negrete, activista mexicano fundador del Grupo de Orgullo Homosexual de Liberación, reconocido como un pionero en la lucha en Jalisco, nos contó que la represión y la homofobia estaban a la orden del día. Pero ninguna de las personas que entrevistamos durante una semana se quejó del narcotráfico.

La muerte de Escobar en 1993 y la imposibilidad de introducir coca colombiana en Estados Unidos por la ruta caribeña a partir de 1997 fortalecieron a los cárteles mexicanos. Fue el tiempo del ascenso al poder de Joaquín Guzmán, alias 'El Chapo', un sicario a sueldo de Gallardo que se había especializado en ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzosas.

México entró en el siglo XXI con un gran aumento de la violencia. El número de homicidios se triplicó a partir del 2006 y la crueldad y la impunidad se hicieron perennes en la mayor parte del país.

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte aumentó el tráfico de camiones entre México y Estados Unidos. La cocaína, que los colombianos no conseguían introducir por sus rutas históricas, se trasladó a las fronteras terrestres y la violencia se multiplicó en las zonas fronterizas.

En una publicación de 2016 titulada Fragmentación y cooperación: la evolución del crimen organizado en México, realizada por Samantha Pérez y Laura H. Atuesta, se explicaba que entre 2007 y 2011 se pasó de "20 grupos criminales a más de 200 cárteles, pandillas y pequeñas organizaciones identificadas".

Durante los últimos años dos cárteles se han convertido en los más poderosos de México: cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y cártel de Sinaloa. Parece como un regreso al pasado de los años ochenta y como si todas las políticas antinarcóticos hubieran fracasado.

Hace unos días, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) presentó un alarmante informe en el que se señalaba que ambos cárteles son los responsables de la "más peligrosa y mortal crisis de drogas que Estados Unidos haya enfrentado" por el tráfico de fentanilo y las anfetaminas. En los primeros seis meses de 2023, el fentanilo mató a 38.000 personas en Estados Unidos.

Los cárteles controlan laboratorios clandestinos en México donde fabrican estas drogas sintéticas con precursores químicos, los reactivos fundamentales para producir narcóticos o psicotrópicos, que vienen principalmente de China a través de los puertos mexicanos en el Pacífico y en el Golfo de México, controlados por los cárteles. Además, dice el informe, estas estructuras criminales usan agencias chinas para el lavado de dinero y para trasladar sus ganancias de Estados Unidos a México.

La DEA afirma que la salud del cártel de Sinaloa es excelente y hoy es dirigido por los hijos y otros familiares de El Chapo, su líder histórico desde los años ochenta hasta su extradición en 2017 a Estados Unidos. El organismo antinarcóticos estadounidense asegura que el otro cártel, el CJNG, funciona como un modelo de franquicia basado en una "compleja red de conspiradores" en los que se mezclan transportistas internacionales, funcionarios corruptos y empresas fantasma.

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